Todo empezó en aquellas siestas de julio extremeño en que el ciclismo épico de Perico en el Tour me llevaron a ser “ ciclista profesional ” por un día.

Tour y vacaciones

Uno se mira al espejo tal día como hoy, y aun me veo joven y maravilloso, ¡ja ja ja! Aunque soy consciente que los años no pasan en balde. Y analizando esta realidad, además me doy cuenta que empiezo a desarrollar una impresionante memoria histórica. Habilidad que ya me permite contar batallitas al más puro estilo Abuelo Cebolleta.

Así que me voy a permitir la licencia de tirar de mi archivo histórico y, aprovechando que estamos en mes Tour, os quiero contar una de esas anécdotas que me hicieron saborear las mieles de lo que era ser “ ciclista profesional ”, al menos, por un día.

ciclista profesional

Durante buena parte de mi infancia y adolescencia, el inicio de las vacaciones de los 80 y 90 era sinónimo de irme a Tamurejo, un pequeño pueblo de la Siberia extremeña. Y como no podía ser de otra manera, esto era sinónimo de Tour de Francia. Siestas que se hacían llevaderas gracias al desparpajo de ciclistas como Hinault, Lemon, Fignon y, ¡cómo no!, Perico Delgado y más tarde Indurain.

Aquellas tardes pegado al televisor, mientras todo el mundo dormía, poco a poco me fueron inoculando esa “droga” que se llama ciclismo. En mi caso me creó tal adicción que, a día de hoy, no concibo mi día a día sin una bicicleta cerca.

Pero aquella droga también impregno a todos los niños que, como yo, tuvimos el privilegio de compartir aquellos veranos. Así que por las tardes, una vez aplacado el calor, tocaba organizar nuestro Tour particular. Casi a escondidas.

Organizados por equipos y definidas las etapas, allí medíamos de manera rudimentaria nuestras fuerzas los Ignacio, Asser, Jacinto, Juan Carlos, Lu,… y, ¡cómo no!, un servidor entre otros muchos. No gané ninguno de aquellos «Tours», pero el sabor genuino de pasión por el ciclismo aun lo recuerdo como si fuera ayer.

ciclista profesional

1994, mi bendición como “ ciclista profesional 

La década de los 90 ya marcó mi desembarco definitivo en el ciclismo. Un cuadro Mendiz Columbus SLX montado con Shimano Dura-Ace ya servía para marcar diferencia.

Pero los veranos seguían teniendo aquel sabor de siesta y Tour, aunque mis vacaciones se limitaran sólo al mes de agosto. Un mes en el que me hinchaba a hacer kilómetros en solitario para llegar a septiembre a full y así poder tocar la cresta a los compañeros del club (NA: de ahí lo de “no te amargues en septiembre”).

Pero en el año 1994 ocurrió algo diferente. En una noche de fiestas patronales en un pueblo vecino, Agudo, me convencieron para ir a una carrera en otro pueblo, Siruela. La verdad es que era reacio a ir, ya que a mi eso de correr no me acababa de convencer. Pero ya fuera por efecto de la nocturnidad o de alguna  copa de más, al final accedí.

Sabiendo que el recorrido de unos 30 km no me gustaba nada (demasiado corto y con un puerto), el trayecto en coche de aquella mañana hasta Siruela fue de sensación de cordero que va al matadero.

Pero lo que era hastío inicial se transformó, en un abrir y cerrar de ojos, en un “tierra trágame…¿dónde me he metido?”. Yo con mi equipación MG Technogin, mi Mendiz, mis Sidi con cala Look y mis gafas Bollé modelo Indurain… contrastaba radicalmente con un pelotón variopinto de bicicletas de paseo o, en el mejor de los casos, auténtica ferralla de bicicleta clásica además de bambas, camisetas de tirantes y algún gorro de paja para protegerse del sol.

La carrera no tuvo mucha historia ni grandes honores. Me fui fácil en la subida, en la bajada puse en aprietos al coche de la Guardia Civil y la entrada triunfal en meta con brazos en alto y todo el ritual (la fantasmada había que hacerla completa).

Y alguno se preguntará: y esto, ¿qué tiene de “ ciclista profesional ”? La verdad es que en la parte deportiva… no mucho, por no decir nada. ¡Ja, ja, ja! Pero la noche en la que fui a recoger los laureles de la victoria todo cambió. El premio no  fue un trofeo al uso… ¡fueron 20.000 pesetas de las de entonces!

ciclista profesional

Así que con 23 añitos y ese capital en el bolsillo uno tenía resuelto el verano y, ¿por qué no?, la etiqueta de “ ciclista profesional ” ya la podía llevar con orgullo. Aunque hubiera sido gloria por un solo día.

Espero que esta historia nostálgica de Abuelo Cebolleta te haya sacado una sonrisa sincera. Y es que desempolvar viejos recuerdos es siempre un ejercicio tremendamente recomendable y placentero.

Dale al me-gusta, comparte y déjame tus comentarios.

NA Fotos propias de archivo familiar. Por cierto, esa carrera nunca más se volvió a celebrar, para desconsuelo de un servidor, que la esperó durante años como agua de mayo para solventar sus carencias económicas veraniegas a golpe de pedal por las carreteras de la Siberia extremeña.

6 pensaban en “Cuando fui ciclista profesional por un día en la Siberia”

    1. Ja ja ja!!! Que casualidad!!!
      Tampoco ha cambiado tanto pese a haber pasado 22 años entre una toma y otra!!!
      Saludos y espero que nos veamos en agosto!!!

  1. Bonita historia Nicolás, para mi esos veranos son inolvidables, lo mejor las excursiones en bicicleta al río Esteras y pasar allí el día de baño, qué dura era la vuelta por la carretera de Valdemanco

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